Joven a sus juiciosos consejeros - Friedrich Hölderlin
Pretendéis que me apacigüe? ¿Qué domine este amor ardiente y gozoso, este impulso hacia la verdad suprema? ¿Qué cante mi canto del cisne al borde del sepulcro donde os complacéis en encerrarnos vivos? ¡Perdonadme, mas no obstante el poderoso impulso que lo arrastra el oleaje surgente de la vida hierve impaciente en su angosto lecho hasta el día en que descansar! en su mar natal. La viña desdeña los frescos valles, los afortunados jardines de la Hesperia sólo dan frutos de oro bajo el ardor del relámpago que penetra como flecha en corazón de la tierra. ¿Por qué moderar el fuego de mi alma que se abrasa bajo el yugo de esta edad de bronce? ¿Por qué, débiles corazones, querer sacarme mi elemento de fuego, a mí que sólo puedo vivir en el combate? La vida no está dedicada a la muerte, ni al letargo el dios que nos inflama. El sublime genio que nos llega del Éter no nació para el yugo. Baja hacia nosotros, se sumerge, se baña en el torrente del siglo; y dichosa, la náyade arrastra por un mom