Vicente Huidobro

Vicente Huidobro, (Santiago, 10/01/1893 - Cartagena, Chile, 02/01/1948) fue un reconocido poeta chileno, fundador del Creacionismo, movimiento estético latinoamericano inscrito en la llamada vanguardia del primer tercio del siglo XX, cuyo lema era “hacer un poema como la naturaleza hace un árbol”. La manifestación poética de dicho movimiento se destacó principalmente en la poesía lírica.

En 1914 viaja a París y toma contacto con los surrealistas. Escribió tanto en lengua francesa (Horizonte cuadrado, 1917) como en lengua española ( El pasajero de un destino,1931; Altazor, 1931; El ciudadano del olvido, 1941;).
En “Altazor”, Huidobro logra exponer su teoría del creacionismo y, con el tema de la muerte como fondo, desemboca en visiones cósmicas y existencialistas. Este libro ha influido notablemente en la producción poética posterior de otros escritores.
En un ensayo biográfico (Mío Cid Campeador, 1929) expresa sus opciones estéticas: para él “la poesía es un desafío a la razón, el único desafío que la razón puede aceptar, ya que una (la razón) crea su realidad en el mundo que es y la otra (la poesía) en el que está en trance de ser.”

Según Huidobro, el artista no debía limitarse a imitar la Naturaleza (de ahí el título de su manifiesto creacionista: Non serviam, "no serviré"), sino que debía mantener con ella una especie de relación en la que podía mostrar el vitalismo de su propia obra. Es la famosa tesis que sintetizó en la fórmula: ¿Por qué cantáis la rosa, ¡oh poetas!? / Hacedla florecer en el poema.

A continuación compartimos "Fatiga", uno de sus más bellos poemas:


Fatiga

Marcho día y noche
como un parque desolado.
Marcho día y noche entre esfinges caídas de mis ojos;
miro el cielo y su hierba que aprende a cantar;
miro el campo herido a grandes gritos,
y el sol en medio del viento.
Acaricio mi sombrero lleno de luz especial;
paso la mano sobre el lomo del viento;
los vientos, que pasan como las semanas;
los vientos y las luces con gestos de fruta y sed de sangre;
las luces, que pasan como los meses;
cuando la noche se apoya sobre las casas,
y el perfume de los claveles gira en torno de su eje.
Tomo asiento, como el canto de los pájaros;
es la fatiga lejana y la neblina;
caigo como el viento sobre la luz.
Caigo sobre mi alma.
He ahí el pájaro de los milagros;
he ahí los tatuajes de mi castillo;
he ahí mis plumas sobre el mar, que grita adiós.
Caigo de mi alma.
Y me rompo en pedazos de alma sobre el invierno;
caigo del viento sobre la luz;
caigo de la paloma sobre el viento

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